Entrevista a Alexandra Delgado Jiménez: «Rediseñar las ciudades para reducir el impacto ambiental mejoraría la calidad de vida»
Fuente: Contrainformacion.es
El coronavirus ha parado lo que parecía una concienciación colectiva para lograr la ansiada transición ecológica, pero es tiempo de retomar este inaplazable debate. Como prioridad para actuar y lograr un cambio nos encontramos a las áreas metropolitanas surgidas de la expansión urbana descontrolada, cuyo diseño es irregular y disperso. Rediseñar las ciudades para reducir el impacto ambiental es imperativo en nuestro tiempo, que cada vez es menos.
Más de la mitad de los ciudadanos de todo el mundo viven en ciudades y este porcentaje podría alcanzar casi el 70% en 2050, según previsiones de Naciones Unidas. Millones de ciudadanos que se desplazan todos los días varias decenas de kilómetros desde sus hogares a sus lugares de trabajo, con los consecuentes problemas de contaminación y consumo de recursos que esto conlleva. La optimización urge y necesitamos políticas valientes para llevar esto a buen término.
Sobre los necesarios cambios en el rediseño de las ciudades y cómo afrontarlos hablo con Alexandra Delgado Jiménez, quien es profesora y doctora Arquitecta Urbanista e investigadora Principal del Grupo At-the-oUTSET en la Universidad de Nebrija.
En su último artículo en The Conversation habla de cómo rediseñar las ciudades surgidas del boom inmobiliario, ¿cómo de importante es afrontar este cambio para la ecología?
Si hablamos de ecología, las ciudades están en el foco del debate. Son centros de acumulación, consumo, producción e incluso de extracción de recursos, como en el caso de algunas ciudades africanas donde la urbanización no viene asociada a la industrialización, sino a la extracción de materias primas para exportar. En cuanto a la producción, en algunos territorios como el europeo, las ciudades tienen un papel cada vez menos de centros de producción y más de centros de decisiones y diseño en el concierto internacional de ciudades. Esto supone el aumento del transporte y sus emisiones en un mundo hiperglobalizado ya que no se produce donde se consume.
Las estimaciones de Naciones Unidas sugieren que las ciudades son responsables del 75 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales de CO2, siendo el transporte y los edificios los principales contribuyentes. A eso se le suma la métrica creciente de las ciudades. Como comentaba en el artículo de The Conversation, el año pasado, las ciudades albergaron ya el 55,71 % de la población mundial y las Naciones Unidas prevén que en 2050 el 68 % de la población, más de dos tercios de la humanidad, sea urbana.
Todo esto hace de las ciudades y de la urbanización uno de los principales desafíos de nuestro siglo.
Por eso estrategias como rediseñar las ciudades para reducir el impacto ambiental que generan supone una oportunidad para mejora la calidad de vida a nivel local y la vida del planeta a nivel global. Para ello es clave activar todas las funciones urbanas, también las del producir, huyendo del monocultivo de usos (barrios residenciales, parques empresariales, etc.). También hacer viable una movilidad blanda (peatonal y ciclista) para la vida diaria que suponga una reducción drástica del uso de vehículo privado. La denominada “ciudad de los 15 minutos” donde las principales necesidades se cubren en un radio accesible sin utilizar medios motorizados.
¿Cómo de grande ha sido el «boom inmobiliario» del que habla?
La escala del “boom inmobiliario” en España es de carácter histórico, es un hito en la historia moderna de nuestro país y creo que resulta clave ver sus efectos en el territorio con el crecimiento de la superficie artificial (ciudad densa, ciudad de baja densidad, autopistas, etc.).
Como indico en el recientemente publicado Informe de Sostenibilidad en España 2020, de la Fundación Alternativas, en el periodo 1990-2000, el ritmo medio anual de crecimiento de la superficie artificial ha sido en España de 1,9%. Y la media de los 23 países del programa CLC2000 fue de 0,68%, según datos del Observatorio de la Sostenibilidad en España. Esta tendencia se disparó en España al 2,39% en el periodo 2000-2006, principales años del “boom inmobiliario”. En el periodo 2006-2012 volvió a descender a 1,47%, tasa menor que la del primer periodo analizado, pero siendo más de tres veces superior a la media europea de 0,41%, según datos de la Comisión Europea.
Esto supone que en el periodo 1990-2000, el aumento total de superficie artificial fue del 29,5% y seis años después el aumento acumulado del periodo 1990-2006 era del 52%, y para algunos autores, incluso superior, lo que supone que en apenas seis años el crecimiento de este tipo de suelos fue del 21%, según datos del Observatorio de la Sostenibilidad en España. Eso muestra la escala del “boom inmobiliario”.
La singularidad de la artificialización en España es que además de la escala ha estado focalizada ya que se ha producido especialmente en torno a las áreas metropolitanas y el arco mediterráneo.
Como ejemplo paradigmático destaca la Comunidad de Madrid que ha pasado de 64.808 hectáreas antropizadas en 1990 a 126.220 ha en 2018. Esto supone un crecimiento de un 94,76 %, como apuntan los investigadores Córboba y Morcillo. Es decir, se han duplicado las superficies artificiales en menos de treinta años.
¿Tiene mucho que ver este crecimiento de las ciudades con la España vaciada?
A mí no me gusta el término vaciada, porque la España que cuenta con menos población no está vaciada, está llena de patrimonio y de ecosistemas que funcionan y nos protegen a todos, por citar algunas cuestiones. Hay menos población, gente valiosa, como la de mi pueblo, porque es un entorno que no siempre está lleno de oportunidades ni de servicios para los que viven allí. Y esto hay que reconducirlo.
Respecto a los procesos urbanos de crecimiento y vaciamiento, considero que habría una triple vertiente, la concentración de la población en las grandes metrópolis y ciudades costeras como franjas urbanas casi sin fin; el aumento y extensión de la urbanización del territorio, en una colonización del mismo, muchas veces con carácter suburbano, de baja densidad (unifamiliares, urbanizaciones aisladas, etc.) en torno a los grandes centros urbanos, y por último, y derivado de lo anterior, la contracción del mundo rural en cuanto a población, con las repercusiones sociales, ambientales y económicas que ello tiene.
¿Están preparados nuestros gobernantes para asumir este cambio?, ¿nota que se lo tomen como una prioridad?
Existe en nuestro país formación, investigación e innovación como para asumir ese cambio. Y hay cuestiones que están calando que hace unos años eran impensables como las zonas de bajas emisiones o proyectos urbanos ejemplarizantes en términos de sostenibilidad, promovidos por instancias públicas.
Pero creo que la ciudad y el territorio no están en la lista de prioridades de nuestros gobernantes, en términos generales. Es verdad que hay honrosas excepciones, con buenas prácticas que se comparten a nivel mundial, y con políticos que luchan por sus municipios, por sus territorios, tratando de poner en valor sin destruir. Un ejemplo podría ser Vitoria-Gasteiz, que con ayuntamientos de diferente signo ha apostado por la continuidad en el objetivo de ser una ciudad verde.
Respecto a si estas cuestiones son una prioridad, obviamente está claro que existen problemas más acuciantes como el desempleo, y los problemas de la ciudad y el territorio, parece que quedan en el fondo. Pero hay que pensar que una nueva forma de diseñar las ciudades e intervenir en el territorio, supondría más trabajo, más calidad de vida, y sobre todo beneficios a largo plazo y para el interés general.
Constructores, empresarios, banqueros… los que se hicieron de oro con el ladrillo en este país fueron muchos, ¿cómo fue posible que se permitiese tal expansión sin control?
En momentos de crecimiento económico, con pujanza del sector inmobiliario, la planificación urbanística no ha sido utilizada para poner las barreras suficientes, como todos hemos visto, sino que incluso ha servido para acompañar el proceso, reduciendo limitaciones. El urbanismo no es la causa del «boom inmobiliario», como a veces se indica, ya que es solo un instrumento, eso es darle el poder al mensajero. Lo que sí es verdad es que en la práctica muchas veces ha estado al servicio de aspectos económicos más que medioambientales, y de ahí los efectos que tenemos.
¿Cuál es el primer paso para cambiar la situación?
En primer lugar, conservar y propiciar la diversidad de la ciudad y el territorio será lo que permita más posibilidades de desarrollo en un momento de incertidumbre en el que debe primar el principio de precaución y los objetivos que redunden en el interés general. Esto se traduce en apostar por estrategias sencillas pero contundentes como contener el crecimiento, proteger espacios naturales, preservar suelos productivos para usos agrícolas y rehabilitar antes de crecer. Y que las intervenciones urbanas se centren en aumentar la diversidad, la mezcla de usos, la sostenibilidad, eso supone potenciar transformaciones que buscan la justicia social.
También creo que es importante tener en cuenta lo que ofrece la planificación para mejorar la relación entre las dimensiones social, económica y medioambiental aunque los plazos no respondan a la inmediatez que se tiene en la vida política.
¿Podemos aportar algo los ciudadanos y ciudadanas?
Mucho, en primer lugar, ser conscientes. Tenemos que darnos cuenta que el reto que supone la urbanización descontrolada del territorio unido a que el futuro a nivel mundial será más urbano, supone un nuevo escenario. No podemos despilfarrar bienes fondo como el suelo, como el suelo fértil, sellando suelos con gran valor. No tiene ningún sentido, y en muchos casos son cambios casi irreversibles.
El territorio y el tiempo son los dos factores que describen cómo son las sociedades en su espacio. En sus transformaciones se observa cómo vivimos, como consumimos el espacio, el territorio, el medio ambiente, y tiene que prevalecer el principio de precaución. Creo que hay vivir con la prudencia del que va a vivir cien años.